Este texto que sigue es,
sobre todo, una reflexión personal, a título propio de qué posibilidades se nos
presentan en la sociedad para conseguir el cambio hacia una sociedad más justa,
equitativa, solidaria y comprometida con nuestros iguales.
Digo esto porque no es
mi deseo que este texto se tome como una investigación histórica (aunque la
reflexión que se propone parta inevitablemente de los hechos históricos
anteriores) tampoco tendrá datos exhaustivos puesto que no es mi intención
ejercer un periodismo de datos aquí. Es, simple y llanamente una reflexión
personal y un llamamiento a la reflexión colectiva, sería muy grato para mí que
después de que alguno leyera esta entrada contribuyese al debate, pero eso lo
dejo en vuestras manos.
Vivimos tiempos difíciles,
es cierto, el neoliberalismo se ha quitado definitivamente la careta y está
procediendo al desmantelamiento total del Estado del Bienestar de las últimas
décadas en Europa. Ideado éste principalmente por la socialdemocracia, la cual
al final no ha resultado ser una fuerza de oposición al liberalismo económico
sino un mero compañero de baile, en ocasiones molesto por no saber bailar la
misma música, pero nunca una fuerza opositora (y aquí no voy a poner datos y
reseñas porque podría alargarse eternamente el texto, sólo tenemos que mirar el
caso español: las políticas llevadas a cabo durante el “Felipismo” que acentuó
la precariedad laboral con los autónomos o las últimas políticas de Zapatero,
entre las que se incluyen la creación de juzgados rápidos para desahucios,
recortes, privatizaciones de servicios y demás). Los partidos socialdemócratas
han aglutinado el voto de la izquierda durante las pasadas décadas no solamente
en España sino también en otros países europeos, donde los partidos de izquierda
han sido considerados como radicales o extremistas en el espectro político. ¿De
dónde viene este hecho?, ¿es cierto que haya existido una radicalización de las
propuestas de los partidos de izquierda?, no lo creo.
Ayer leía un texto
interesante en Grund Magazine que relataba (no sé si de manera ficticia o
reflejando una situación real) una conversación en un típico bar de barrio
entre dos “currelas”. El mayor le decía al más joven que la gente trabajadora
había olvidado su verdadera identidad, quiero decir, lo que realmente somos
como clase social. La sociedad española ha visto como, paulatinamente, se ha
ido destruyendo el ideario colectivo de la clase obrera sustituyéndolo por el
de clase media: autónomos que se creían empresarios, funcionarios de ayuntamiento
con BMW y vacaciones en Punta Cana etcétera.
No deseo ser malinterpretado con esto último, no estoy diciendo que el pueblo español haya vivido por encima de sus posibilidades, para nada, estoy hablando de la alienación de las clases sociales. Cómo se nos hizo creer al gran conjunto de la sociedad que esa historia de “clases sociales” estaba obsoleta, y que la nueva realidad económica liberal traía el bienestar social y la posibilidad de un nivel de vida que, de otro modo no podría alcanzarse (sic.), en definitiva, el triunfo del libre mercado.
No deseo ser malinterpretado con esto último, no estoy diciendo que el pueblo español haya vivido por encima de sus posibilidades, para nada, estoy hablando de la alienación de las clases sociales. Cómo se nos hizo creer al gran conjunto de la sociedad que esa historia de “clases sociales” estaba obsoleta, y que la nueva realidad económica liberal traía el bienestar social y la posibilidad de un nivel de vida que, de otro modo no podría alcanzarse (sic.), en definitiva, el triunfo del libre mercado.
La realidad social es
bien distinta, y siempre lo fue, la destrucción paulatina del sector secundario
y primario, verdaderos motores de una economía productiva que puede llevar
dinero a las manos de las familias, trajo una progresiva terciarización de la
economía, para colmo, el auge del libre mercado y de la libre circulación de
capitales con la formación de la CEE ha resultado funesta, a los hechos me
remito.
Todo lo anterior ha
resultado en el desastre económico (para la masa social, la clase trabajadora, los de siempre) que conocemos
actualmente, ahora bien, definido el punto de partida ¿hacia dónde vamos? y, lo
más importante ¿cómo queremos ir?
Es obvio que el
descontento es casi unánime, la pregunta es cómo se puede focalizar ese
descontento de lo que ahora llamamos “ciudadanía” para obtener el cambio
político. La vía democrática sería, a priori, la más correcta.
La lucha social no sería
en este caso construida a gran escala dada la práctica imposibilidad de
penetrar como fuerza política de peso en el Congreso a raíz de la ley de
partidos y el sistema electoral español.
La solución puede pasar por provocar pequeños cambios en las localidades y municipios del País, un lento pero inexorable cambio que llevaría de la mano tanto una mejor gestión de los recursos exsitentes como un cambio radical de política social a nivel local. Si atendemos a algunas teorías políticas, como por ejemplo el foquismo, este inicio podría traer consecuencias esperanzadoras: que otras localidades y pueblos de España tomasen ejemplo y comenzase un proceso de cambio político en el País que pudiera terminar, en última instancia, con la instauración de un sistema político socialista, o al menos próximo al socialismo, colectivizador y solidario. Tomemos como “Kilómetro cero” a Marinaleda.
En esta localidad andaluza la colectivización de la tierra es una realidad, el precio del suelo y la lucha por la vivienda digna también, por no hablar del trabajo cooperativista del campo, en propiedad del ayuntamiento o de pequeños agricultores, siendo éste a veces justamente expropiado a los grandes terratenientes que mantienen sus posesiones improductivas mientras ponen el cazo para cobrar las subvenciones del Estado y de la Unión Europea relativas al mundo agrario.
La solución puede pasar por provocar pequeños cambios en las localidades y municipios del País, un lento pero inexorable cambio que llevaría de la mano tanto una mejor gestión de los recursos exsitentes como un cambio radical de política social a nivel local. Si atendemos a algunas teorías políticas, como por ejemplo el foquismo, este inicio podría traer consecuencias esperanzadoras: que otras localidades y pueblos de España tomasen ejemplo y comenzase un proceso de cambio político en el País que pudiera terminar, en última instancia, con la instauración de un sistema político socialista, o al menos próximo al socialismo, colectivizador y solidario. Tomemos como “Kilómetro cero” a Marinaleda.
En esta localidad andaluza la colectivización de la tierra es una realidad, el precio del suelo y la lucha por la vivienda digna también, por no hablar del trabajo cooperativista del campo, en propiedad del ayuntamiento o de pequeños agricultores, siendo éste a veces justamente expropiado a los grandes terratenientes que mantienen sus posesiones improductivas mientras ponen el cazo para cobrar las subvenciones del Estado y de la Unión Europea relativas al mundo agrario.
Es una simple reflexión
personal, me gustaría que entrásemos en debate sobre la factibilidad de ella,
o, por el contrario, la búsqueda de soluciones alternativas a esta situación,
porque si algo está claro para todos nosotros creo que es la imposibilidad de
continuar en este sistema económico y político que nos conduce
irremediablemente a la miseria, a la precariedad, y que nos deja la caridad
humana como única salida dignificadora.